Mis ovejas reconocen mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. (Juan 10:27)
Durante el verano del 2024, mi familia y yo fuimos a visitar a mi tíos y primos, que viven en Milán, Italia.
Durante nuestra estadía, le llegó una invitación a mi padre, quien trabajó por muchos años en el campo del diálogo interreligioso en Buenos Aires, Argentina, del mismo Papa Francisco, que nos quería recibir en su residencia de Santa Marta.
Allá fuimos mis padres, mi hermano y yo, con toda la alegría que el evento provocaba en nuestros corazones, sabiendo que el Santo Padre es argentino como nosotros, y que mi padre tiene doble nacionalidad, turca y argentina por naturalización.
Mi madre portaba un termo con agua caliente y un mate listo para ser tomado. El mate es una bebida típica argentina que se toma con frecuencia en cualquier momento y en cualquier lugar, hecha con yerba mate y agua.
Por muchos años, vimos las fotos del Papa Francisco tomando mate en la Plaza de San Pedro. Esas fotos tienen un sentido muy especial para todos los argentinos. ¿Quién iba a pensar que estaríamos reunidos por más de una hora con él, en familia, compartiendo esa bebida típica, el mate, en un hermoso momento de encuentro? Mi tía Nancy, dueña de ese mate, lo atesora como una reliquia desde ese día.
Fue tan dulce, simpático y ameno Su Santidad con nosotros, que me atreví a preguntarle: “¿Cómo descubrió su vocación?” Y, en respuesta, nos contó la historia. Relató que, al entrar en la Iglesia de San José de Flores, un barrio popular de Buenos Aires, sintió un llamado y tuvo la certeza de que quería ser sacerdote, específicamente jesuita, para atender a los más necesitados.
Mis interacciones favoritas fueron entre el Santo Padre y mi hermano menor, Benjamín, de quien el Papa remarcó que tenía “cara de travieso”. Él le preguntó a mi hermano pequeño si era valiente, y cuando él respondió que “sí”, el Papa le pidió que saliera y le pidiera al guardia suizo que estaba de custodia en la puerta que trajera chocolates. Entonces, mi hermano se paró y fue a cumplir con la tarea: ¡volvió con una bandeja llena de chocolates y dulces!
Una de las cosas que más llenó mi corazón fue una frase del Papa dirigida a mis padres: “El mejor ejemplo del diálogo es su familia”. Él destacó esto porque mi madre es católica y mi padre es musulmán. Ellos se casaron hace más de 20 años y, a pesar de sus diferencias en la fe, han formado una familia centrada en el respeto por los valores y los Sacramentos. Todo es posible, aunque no siempre es fácil, cuando Dios está en el centro. Siempre el plan de Dios es mejor que el nuestro.
Terminada ya la hora de la reunión, y después de que gentilmente nos permitió sacarnos fotos con él, nos bendijo a nosotros y a nuestros objetos religiosos, y nos regaló a cada uno una medalla conmemorativa de los diez años de pontificado y un llavero exclusivo. Nos fuimos felices y bendecidos, ¡nada menos que por el vicario de Cristo en la Tierra!, llevando el recuerdo de su amabilidad y hospitalidad de siempre, con la cual lo conocimos cuando era el Padre Jorge, arzobispo de la ciudad de Buenos Aires, Argentina.
Entré a ese encuentro pensando que el Papa iba a ser una entidad solemne, que sería un encuentro único (y lo fue), pero distante y respetuoso, hiperformal. Sin embargo, fue un encuentro humilde y humano con un pastor: el pastor que los jóvenes necesitamos, ese pastor cercano y bueno que atrae a su rebaño con amor. Ese pastor, como él mismo dice, con olor a oveja.
Tuvimos también la oportunidad de visitar lugares sagrados e históricos, museos e iglesias en Roma, pero nada fue igual después de ese encuentro precioso y enriquecedor que pudimos tener con nuestro Papa.
Beato Carlo Acutis, mi santo favorito que será canonizado el 27 de abril del 2025, dice que a veces basta un simple movimiento de ojos, una mirada de abajo hacia arriba, para acercarnos a Dios, y así me sentí después de tener ese encuentro con el Papa, con el deseo de “mirar para arriba”.
Santiago Colak es hijo de la Sra. Gabriela Colak, Directora de Educación Religiosa de la Parroquia de la Santa Infancia en Belén.