La Paradoja del Corazón de Jesús: Herido y Ardiente

Solía llamar a esta fiesta “El Día de Jesús Me Ama”, y lo celebraba con un café con canela o un postre extra después de la cena. En realidad, la Solemnidad del Sagrado Corazón es una ocasión de mucha alegría, sí, pero también un llamado a la conversión y un recordatorio para lamentar los sufrimientos de nuestro Amado Señor.

Aunque la devoción al Sagrado Corazón se remonta al siglo XI, las apariciones de Jesús a Santa Margarita María de Alacoque en el siglo XVII llevaron a la popularidad y comprensión que la Iglesia tiene hoy en día. Santa Margarita escribió en su autobiografía sobre estas visiones:

“Mi Divino Maestro me reveló que era Su ardiente deseo ser conocido, amado y honrado por los hombres, y que Su anhelo por atraerlos de nuevo del camino de la perdición, por el que Satanás los arrastra en número incontable, fue lo que Le impulsó a manifestar Su Corazón a los hombres, con todos los tesoros de amor, misericordia, gracia, santificación y salvación que contiene.”

Ya en estas palabras vemos en acción la paradoja del Sagrado Corazón. Jesucristo anhela salvar a la humanidad del pecado en el que se pierde, y desea ardientemente nuestro amor. Manifestó ese amor a Santa Margarita porque era, en gran parte, no correspondido. Esta verdad es impactante, y sin embargo, ha llevado a un conocimiento más profundo de la misericordia, el amor y la alegría eterna que Él nos ofrece.

Las lecturas de la Misa de hoy también nos dan igual motivo de gozo y de contrición. San Pablo escribe en la segunda lectura, tomada de la carta a los Romanos: “Dios nos demuestra su amor en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” En efecto, solo con gran heroísmo alguien daría su vida por quienes lo tratan bien; y, sin embargo, Jesús murió por Sus enemigos y por aquellos de corazón frío que dicen seguirle. ¡Qué amor tan inconmensurable! Sí, celebremos que Cristo no nos pide que ganemos Su amor. Pero también lamentemos el hecho de que el Sagrado Corazón de Jesús es quebrantado y traicionado miles de millones de veces.

El Evangelio de hoy presenta la parábola del pastor que deja su rebaño de 99 ovejas para ir en busca de la que se ha perdido. Jesús destaca la alegría del pastor al encontrar a esa oveja extraviada, mostrándonos cómo Dios se regocija con un alma que regresa al redil. Esta alegría por la reconciliación debería impulsarnos a actuar. Una sola oveja que regresa a su Pastor puede traer consuelo real a nuestro Señor sufriente. Podemos ser esa oveja perdida si permitimos que Cristo nos lleve de regreso a casa. Y además, podemos orar con fervor por la conversión de los pecadores, para que esta alegría se multiplique.

“[La indiferencia de mi pueblo] me duele más”, dijo Jesús a Santa Margarita María, “que todo lo que soporté en Mi Pasión. Si tan solo Me dieran alguna muestra de amor, no tomaría en cuenta todo lo que he hecho por ellos, y haría aún más, si fuera posible… Tú, al menos, puedes darme la dicha de reparar su ingratitud, en la medida que te sea posible.”

Jesús nos dice, a través de esta santa, que nuestro amor y devoción—aunque nunca puedan compensar el dolor que la humanidad Le ha causado—sí pueden darle alegría. Este mensaje es un regalo.

Las llamas que arden en el Corazón de Jesús, como vemos en la imagen del Sagrado Corazón, son inextinguibles, y anhelan propagarse. Hoy, sigo disfrutando de mi café con canela, pero también me arrodillo en oración. Mientras reflexiono sobre el ardiente dolor de Jesús Ignorado, puedo comenzar a reparar mi propia ingratitud y la irreverencia del mundo, cubriendo Su Corazón con una devoción tierna. Y porque Él es tan bueno, permitirá que las pequeñas chispas de mi corazón alimenten el fuego del Suyo.

Por Genevieve O’Connor, Especialista en Comunicaciones y Ministra de Campus en Muhlenberg College, Allentown. Tiene una Maestría en Teología Moral por la Universidad de Notre Dame y un MFA en Escritura Creativa por DeSales University, Center Valley.



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