En la Procesión con los Ramos - Evangelio
Segunda Lectura
Evangelio
Reflexión
Inicialmente, parece haber un contraste sorprendente entre los gritos de alabanza en el primer Evangelio de hoy, durante la procesión con los ramos, y el desgarrador relato de la Crucifixión en la siguiente lectura del Evangelio. Sin embargo, la segunda lectura de hoy de San Pablo une estas dos escenas con el recordatorio de que la Cruz de Jesús es Su gloria. Mientras lamentamos hoy nuestra propia pecaminosidad, también somos testigos del esplendor de Nuestro Salvador.
Los discípulos en el primer pasaje del Evangelio alaban a Dios "por todos los prodigios que habían visto", extendiendo mantos y ramos para honrar a Jesús cuando entra en Jerusalén. Poco saben sobre la verdadera razón por la que este momento es digno de alabanza. El Domingo de Ramos representa la aceptación e iniciación por parte de Jesús de Su acto más poderoso de todos: la obediencia suprema y el amor en la Cruz. Jesús dice: "¡Les aseguro que si ellos se callan, gritarán las piedras!" De hecho, tal momento exige alabanza, hasta el punto de que la misma tierra compensa su ausencia.
En la segunda lectura, Pablo dice que Jesús se vació de sí mismo para convertirse en uno de nosotros, "...se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas..." Estas palabras revelan que toda rodilla se dobla ante el nombre de Jesús debido a Su desinteresada encarnación y crucifixión.
Sí, hoy debería llenarnos de humildad y tristeza por la inconstancia y el quebrantamiento de la humanidad, pero nuestros "Hosannas" hoy no son solo un contraste irónicamente sombrío con la Cruz. Más bien, nuestra alabanza es el saludo más adecuado para Jesús, Nuestro Salvador, que viene a entregarse por nosotros.
Imitemos a Nuestro Señor, cuya entrada voluntaria en el sufrimiento y su don de sí mismo es Su gloria. Comenzamos esta Semana Santa anunciando nuestra alabanza junto con los discípulos en el Evangelio, pero también acompañamos a Jesús mientras abraza la Cruz. Las Escrituras nos dicen que ser como Cristo y ofrecernos como un don de amor es el acto más glorioso que podemos hacer. Vayamos y hagamos lo mismo.
Por favor tengan la certeza de mis oraciones por ustedes frente a Nuestro Señor, presente en el Santísimo Sacramento del Altar.
+ Obispo Schlert