Reflexión sobre el Evangelio: Solemnidad de la Santísima Trinidad

Primera Lectura

Proverbios 8, 22-31

Esto dice la sabiduría de Dios:
“El Señor me poseía desde el principio,
antes que sus obras más antiguas.
Quedé establecida desde la eternidad, desde el principio,
antes de que la tierra existiera.
Antes de que existieran los abismos
y antes de que brotaran los manantiales de las aguas,
fui concebida.

Antes de que las montañas
y las colinas quedaran asentadas, nací yo.
Cuando aún no había hecho el Señor la tierra ni los campos
ni el primer polvo del universo,
cuando él afianzaba los cielos,
ahí estaba yo.
Cuando ceñía con el horizonte la faz del abismo,
cuando colgaba las nubes en lo alto,
cuando hacía brotar las fuentes del océano,
cuando fijó al mar sus límites
y mandó a las aguas que no los traspasaran,
cuanto establecía los cimientos de la tierra,
yo estaba junto a él como arquitecto de sus obras,
yo era su encanto cotidiano;
todo el tiempo me recreaba en su presencia,
jugando con el orbe de la tierra
y mis delicias eran estar con los hijos de los hombres”.

Evangelio

Juan 16, 12-15

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Aún tengo muchas cosas que decirles, pero todavía no las pueden comprender. Pero cuando venga el Espíritu de la verdad, él los irá guiando hasta la verdad plena, porque no hablará por su cuenta, sino que dirá lo que haya oído y les anunciará las cosas que van a suceder. El me glorificará, porque primero recibirá de mí lo que les vaya comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho que tomará de lo mío y se lo comunicará a ustedes”.

Reflexión

Hoy celebramos el Domingo de la Santísima Trinidad, una solemnidad que honra y proclama quién es Dios. Aunque puede parecer intimidante hablar sobre la Trinidad, ya que hay muchas formas de malinterpretarla, hoy es un día en que la Iglesia nos invita a adentrarnos en este misterio. Un misterio no es una verdad que nunca se pueda conocer, sino una verdad tan grande que es infinitamente conocible. Aunque nunca podremos comprenderlo por completo, nos llama a contemplarlo cada vez más profundamente.

El simple hecho de que nos cueste tanto entender cómo Dios puede ser tres personas en una sola nos ofrece material para la meditación. El ser mismo de nuestro Dios va más allá de nuestra comprensión humana. ¿Acaso esto no es un hermoso testimonio de que Dios precede y supera toda lógica e invención humana? Esta enseñanza nos recuerda que Dios no es una criatura poderosa de mitos, sino un ser que es el Ser mismo—un Señor que trasciende nuestro universo.

Dicho esto, hay más que considerar además de la incomprensibilidad de Dios. Como se ha dicho, este misterio nos ofrece verdades infinitas para conocer y atesorar. Las lecturas de hoy revelan aspectos de la Trinidad y nos recuerdan que, aunque Dios está fuera del tiempo, del espacio y de nuestra razón limitada, al mismo tiempo ha descendido infinitamente cerca de nosotros, y vive y actúa constantemente en nuestra Iglesia y en nuestros corazones.

Jesús muestra en el Evangelio cómo cada persona de la Trinidad es distinta, y sin embargo están perfectamente unidas en una entrega mutua: "El [el Espíritu] me glorificará, porque primero recibirá de mí [el Hijo] lo que les vaya comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío..." Hay un intercambio de verdad y amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y Dios comparte esa verdad y ese amor con nosotros, sus hijos adoptivos, con y a través de su Hijo unigénito, Jesús. Por medio del Espíritu, Dios nos introduce en su propio dinamismo, permitiéndonos participar en el intercambio de verdad y amor que constituye la Trinidad.

¡Qué hermoso es que Jesús llame “gloria” al hecho de que el Espíritu comparta su verdad con nosotros! En este Domingo de la Trinidad, te invito a reflexionar sobre cómo un don amoroso y veraz de sí mismo es lo que Dios es, y que nosotros somos parte de ese don—parte de Él.

Por favor tengan la certeza de mis oraciones por ustedes frente a Nuestro Señor, presente en el Santísimo Sacramento del Altar.

+ Obispo Schlert



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