Salmo Responsorial
Is 12, 2-3. 4bcd. 5-6
R. (6) El Señor es mi Dios y salvador.
El Señor es mi Dios y salvador,
con él estoy seguro y nada temo.
El Señor es mi protección y mi fuerza
y ha sido mi salvación.
Sacarán agua con gozo
de la fuente de salvación.
R. El Señor es mi Dios y salvador.
Den gracias al Señor,
invoquen su nombre,
cuenten a los pueblos sus hazañas,
proclamen que su nombre es sublime. R.
R. El Señor es mi Dios y salvador.
Alaben al Señor por sus proezas,
anúncienlas a toda la tierra.
Griten jubilosos, habitantes de Sión,
porque el Dios de Israel
ha sido grande con ustedes. R.
R. El Señor es mi Dios y salvador.
Segunda Lectura
Flp 4, 4-7
Hermanos míos: Alégrense siempre en el Señor; se lo repito: ¡alégrense! Que la benevolencia de ustedes sea conocida por todos. El Señor está cerca. No se inquieten por nada; más bien presenten en toda ocasión sus peticiones a Dios en la oración y la súplica, llenos de gratitud. Y que la paz de Dios, que sobrepasa toda inteligencia, custodie sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.
Evangelio
Lc 3, 10-18
En aquel tiempo, la gente le preguntaba a Juan el Bautista: “¿Qué debemos hacer?” Él contestó: “Quien tenga dos túnicas, que dé una al que no tiene ninguna, y quien tenga comida, que haga lo mismo”.
También acudían a él los publicanos para que los bautizara, y le preguntaban: “Maestro, ¿qué tenemos que hacer nosotros?” Él les decía: “No cobren más de lo establecido”. Unos soldados le preguntaron: “Y nosotros, ¿qué tenemos que hacer?” Él les dijo: “No extorsionen a nadie, ni denuncien a nadie falsamente, sino conténtense con su salario”.
Como el pueblo estaba en expectación y todos pensaban que quizá Juan era el Mesías, Juan los sacó de dudas, diciéndoles: “Es cierto que yo bautizo con agua, pero ya viene otro más poderoso que yo, a quien no merezco desatarle las correas de sus sandalias. Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego. Él tiene el bieldo en la mano para separar el trigo de la paja; guardará el trigo en su granero y quemará la paja en un fuego que no se extingue”.
Con éstas y otras muchas exhortaciones anunciaba al pueblo la buena nueva.
Reflexión
Reflexión
Hoy, al encender las velas rosadas en nuestras coronas de Adviento y al ver al clero vestido con vestiduras de color rosa, celebramos el Domingo de Gaudete. "Gaudete" es la palabra en latín para "alégrense", y las lecturas de hoy nos lo recuerdan una y otra vez.
Sí, el Adviento es una temporada de preparación penitencial, pero siempre es una época de alegría. En el Evangelio de hoy, San Juan Bautista ofrece consejos a sus oyentes sobre cómo reformar sus caminos. Él menciona que uno "más poderoso que [él]" reunirá a los suyos y lanzará a los demás a un fuego inextinguible. Aunque estas palabras puedan sonar amenazantes, el Evangelio concluye: "Con éstas y otras muchas exhortaciones anunciaba al pueblo la buena nueva". Así, la Escritura de hoy nos invita a recordar que el arrepentimiento, la transformación y el juicio triunfante de Cristo son buenas noticias que debemos recibir con alegría. Por lo tanto, el Domingo de Gaudete no es solo un día para esperar con gozo la Navidad, sino también un recordatorio de que esta temporada de sacrificio y purificación es buena y debe ser, a su vez, una época de alegría.
Dicho esto, la alegría del Adviento proviene de algo más que reconocer la bondad del arrepentimiento y la llegada inminente de Cristo, el Juez. Nuestro Salmo Responsorial nos invita a regocijarnos porque el "Santo de Israel" ya está entre nosotros. Celebramos sus obras gloriosas y nos maravillamos de Su poder y generosidad. La segunda lectura, de la carta a los Filipenses, nos exhorta a regocijarnos siempre, pues "El Señor está cerca", y no debemos temer, ya que podemos confiar en Dios.
Como cristianos católicos, tenemos innumerables razones para alegrarnos. Este Domingo de Gaudete es un día dedicado para renovar nuestras oraciones de acción de gracias y gozo. Los invito a unirse a mí para regocijarnos en la presencia de Cristo mientras lo encontramos en los Sacramentos, en nuestros vecinos y en la Sagrada Escritura. En lo que resta del Adviento, reflexionemos en nuestros corazones sobre la alegría del arrepentimiento y el juicio perfecto de Dios mientras aguardamos la Navidad y el día en que Jesús vendrá nuevamente en gloria.
Por favor tengan la certeza de mis oraciones por ustedes frente a Nuestro Señor, presente en el Santísimo Sacramento del Altar.
+ Obispo Schlert