Noticias de la Diócesis de Allentown

Reflexión sobre el Evangelio: XXX Domingo ordinario

Primera Lectura

Jer 31, 7-9

Esto dice el Señor:
“Griten de alegría por Jacob,
regocíjense por el mejor de los pueblos;
proclamen, alaben y digan:
‘El Señor ha salvado a su pueblo,
al grupo de los sobrevivientes de Israel’.

He aquí que yo los hago volver del país del norte
y los congrego desde los confines de la tierra.
Entre ellos vienen el ciego y el cojo,
la mujer encinta y la que acaba de dar a luz.

Retorna una gran multitud;
vienen llorando, pero yo los consolaré y los guiaré;
los llevaré a torrentes de agua
por un camino llano en el que no tropezarán.
Porque yo soy para Israel un padre
y Efraín es mi primogénito”.

Evangelio

Mc 10, 46-52

En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó en compañía de sus discípulos y de mucha gente, un ciego, llamado Bartimeo, se hallaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que el que pasaba era Jesús Nazareno, comenzó a gritar: “¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!” Muchos lo reprendían para que se callara, pero él seguía gritando todavía más fuerte: “¡Hijo de David, ten compasión de mí!”.

Jesús se detuvo entonces y dijo: “Llámenlo”. Y llamaron al ciego, diciéndole: “¡Ánimo! Levántate, porque él te llama”. El ciego tiró su manto; de un salto se puso en pie y se acercó a Jesús. Entonces le dijo Jesús: “¿Qué quieres que haga por ti?” El ciego le contestó: “Maestro, que pueda ver”. Jesús le dijo: “Vete; tu fe te ha salvado”. Al momento recobró la vista y comenzó a seguirlo por el camino.

Reflexión

El comportamiento de Bartimeo mientras busca y recibe sanación en el Evangelio de hoy es un ejemplo para nosotros de cómo vivir la vida cristiana con fe. A pesar de su sufrimiento, Bartimeo escucha atentamente las Buenas Nuevas. Marcos nos dice: “Al oír que el que pasaba era Jesús Nazareno, comenzó a gritar…” Nosotros también, aunque podamos sentirnos quebrantados o ciegos, estamos invitados a recibir el mensaje del Evangelio y a escuchar con atención a Jesús de Nazaret cada vez que se acerca.

Bartimeo ora y suplica al Señor por ayuda, incluso en medio de reproches y oposición. Se nos llama a imitar su persistencia en nuestra oración y fe si queremos conocer a Cristo y sanar nuestra propia ceguera espiritual. Debemos estar listos para “despojarnos de nuestros mantos” y pasar a la acción cuando escuchamos el llamado del Señor. Así como Bartimeo recuperó la vista y siguió a Jesús de inmediato, podemos usar todos los buenos dones de Dios para construir Su Reino y esforzarnos hacia el Cielo.

Marcos no nos dice qué sucede con Bartimeo después de esta escena, pero sabemos que seguir a Jesús “por el camino” significa seguir a Jesús hasta la Cruz. Esta historia nos muestra que estar cerca de la Cruz es esencial para verdaderamente “ver” y conocer al Señor. Anteriormente en el Evangelio de Marcos, Jesús sana a otro ciego, utilizando un proceso de varios pasos donde la visión del hombre es inicialmente borrosa y confusa. Ahora, mientras Jesús se prepara para entrar en Jerusalén y sufrir el sacrificio de la Crucifixión, Cristo sana a Bartimeo en un solo momento. La diferencia entre estos dos episodios simboliza para nosotros cómo el verdadero “ver” a Jesús y recibir la sanación plena requiere cercanía a la Cruz, la muerte y la resurrección de Cristo.

Así, como Bartimeo, esperemos con disposición la presencia de Dios, respondamos a Su llamado, supliquemos Su ayuda y utilicemos Sus dones para ser los mejores cristianos que podamos ser—siguiendo a Jesús hasta la Cruz. Porque solo a través de la muerte y resurrección, un don total de sí mismo, podremos ver verdaderamente el rostro de Dios y ser los dadores y receptores de amor que Nuestro Señor nos creó para ser.

Por favor tengan la certeza de mis oraciones por ustedes frente a Nuestro Señor, presente en el Santísimo Sacramento del Altar.

+ Obispo Schlert



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