Segunda lectura
Sant1, 17-18. 21b-22. 27
Hermanos: Todo beneficio y todo don perfecto viene de lo alto, del creador de la luz, en quien no hay ni cambios ni sombras. Por su propia voluntad nos engendró por medio del Evangelio para que fuéramos, en cierto modo, primicias de sus creaturas.
Acepten dócilmente la palabra que ha sido sembrada en ustedes y es capaz de salvarlos. Pongan en práctica esa palabra y no se limiten a escucharla, engañándose a ustedes mismos. La religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre, consiste en visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y en guardarse de este mundo corrompido.
Evangelio
Mc 7, 1-8. 14-15. 21-23
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los fariseos y algunos escribas venidos de Jerusalén. Viendo que algunos de los discípulos de Jesús comían con las manos impuras, es decir, sin habérselas lavado, los fariseos y los escribas le preguntaron: "¿Por qué tus discípulos comen con manos impuras y no siguen la tradición de nuestros mayores?" (Los fariseos y los judíos, en general, no comen sin lavarse antes las manos hasta el codo, siguiendo la tradición de sus mayores; al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones, y observan muchas otras cosas por tradición, como purificar los vasos, las jarras y las ollas).
Jesús les contestó: "¡Qué bien profetizó Isaías sobre ustedes, hipócritas, cuando escribió: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. Es inútil el culto que me rinden, porque enseñan doctrinas que no son sino preceptos humanos! Ustedes dejan a un lado el mandamiento de Dios, para aferrarse a las tradiciones de los hombres".
Después, Jesús llamó a la gente y les dijo: "Escúchenme todos y entiéndanme. Nada que entre de fuera puede manchar al hombre; lo que sí lo mancha es lo que sale de dentro; porque del corazón del hombre salen las intenciones malas, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, las codicias, las injusticias, los fraudes, el desenfreno, las envidias, la difamación, el orgullo y la frivolidad. Todas estas maldades salen de dentro y manchan al hombre".
Reflexión
Las lecturas de hoy nos enseñan lo que significa vivir una vida justa y santa. Tal como aprendemos de la respuesta de Jesús a los fariseos, una larga lista de buenas acciones o de seguir reglas no es suficiente para ser santo y “puro". Sí, nuestras acciones son muy importantes, pero aquí Jesús se preocupa por la pureza del corazón. Él muestra la importancia de examinar el porqué actuamos, y explica lo que realmente significa estar impuro.
Jesús dice que los males del ser humano salen “de dentro de las personas, de sus corazones…” Él observa que los actos deplorables en el exterior provienen de una corrupción interior. Por lo tanto, si queremos prevenir el mal, debemos mantener nuestros corazones puros y santos. Y aunque los fariseos siguen obsesivamente las tradiciones de sus antepasados, Jesús nota que “dejan a un lado el mandamiento de Dios, para aferrarse a las tradiciones de los hombres”. Los mandamientos de Dios son justos y están diseñados para protegernos de la impureza del pecado. Pero los fariseos no están preocupados por lo que ensucia sus corazones. Siguen sus reglas por la tradición humana, no por amor o un deseo de purificar su vida interior.
En la segunda lectura, Santiago dice que una vida pura e inmaculada “consiste en visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y en guardarse de este mundo corrompido". Debemos preguntarnos: ¿qué es lo que en este mundo nos “mancha” nuestro ser? Jesús nos muestra que la contaminación no proviene de la suciedad que los fariseos frotaban cuidadosamente de sus jarros. Las tentaciones de codicia, lujuria y orgullo son los verdaderos peligros para un corazón limpio. Los fariseos descuidaron los mandamientos que protegen contra esos verdaderos peligros. En su lugar, buscaban mantener una apariencia de limpieza obsesionándose con sus costumbres.
Pidamos al Espíritu Santo que purifique nuestras intenciones. Cuando hagamos buenas obras, recemos por la gracia de hacerlas con corazones limpios: con el deseo de agradar a Dios en lugar de parecer buenos. Pidamos a Nuestro Señor que nos libere de las inclinaciones pecaminosas que ensucian nuestros corazones. Con la ayuda de Dios, podemos “[aceptar] dócilmente la palabra que ha sido sembrada en [nosotros] y es capaz de [salvarnos]".
Por favor tengan la certeza de mis oraciones por ustedes frente a Nuestro Señor, presente en el Santísimo Sacramento del Altar.
+ Obispo Schlert