Noticias de la Diócesis de Allentown

Reflexión sobre el Evangelio: VI Domingo de Pascua

Segunda lectura

1 Jn 4, 7-10

Queridos hijos: Amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor. El amor que Dios nos tiene se ha manifestado en que envió al mundo a su Hijo unigénito, para que vivamos por él.
El amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero y nos envió a su Hijo, como víctima de expiación por nuestros pecados.

Evangelio

Jn 15, 9-17

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Como el Padre me ama, así los amo yo. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecen en mi amor; lo mismo que yo cumplo los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea plena.

Éste es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a ustedes los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que le he oído a mi Padre.

No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido y los ha destinado para que vayan y den fruto y su fruto permanezca, de modo que el Padre les conceda cuanto le pidan en mi nombre. Esto es lo que les mando: que se amen los unos a los otros''.

Reflexión

A través de los Evangelios, escuchamos las historias de la compasión de Nuestro Señor por los enfermos, Su misericordia hacia los pecadores y, al final, Su entrega de Sí mismo en la Cruz por nosotros. Nos da el máximo ejemplo de amor auténtico. En el Evangelio de este domingo, Él sigue esto con un importante mandamiento: “que se amen los unos a los otros como yo los he amado.”

San Juan nos dice en la Segunda Lectura que “el amor viene de Dios.” No es una realidad mundana que pueda cambiar con los tiempos, ni es algo que nosotros mismos definimos. En cambio, es un regalo que recibimos primero de Él. Cuando Él nos llama a amarnos los unos a los otros,” ciertamente nos invita a ser compasivos y amables, especialmente con los que enfrentan dificultades o rechazo. Sin embargo, el auténtico amor cristiano exige algo más: la abnegación y el sacrificio que Nuestro Señor nos modela y nos da la gracia de imitar.

Santa Teresa del Niño Jesús, reflexionando sobre su propia vocación en la vida, escribió: “Mi vocación es el amor.” Ella entendió que el Padre nos llama en nuestras vocaciones a vivir el amor que Nuestro Señor ha derramado primero por nosotros. Piensa en el esposo que pasa sus días atendiendo las necesidades médicas de su esposa enferma, aunque ella no recuerda su nombre. Piensa en la hermana religiosa que visita fielmente a los encarcelados, llevándoles esperanza y aliento cuando otros pueden no mirar en su dirección. Piensa en la joven madre que pasa noches sin dormir consolando, alimentando y meciendo a su precioso pequeño. Piensa en el párroco que sale de la rectoría en medio de la noche para ungir a un feligrés moribundo, fiel a su promesa de llevar los Sacramentos a su pueblo. Estos son ejemplos heroicos y cotidianos de cómo amar como Cristo nos mandó.

Quizás haya personas en nuestras vidas a las que nos cuesta amar. Quizás necesitemos la fuerza extra para llevar a cabo los deberes de nuestras vocaciones. Pedimos a Nuestro Señor, especialmente mientras participamos en el Santo Sacrificio de la Misa, la gracia de amar auténticamente. Él promete permanecer siempre con nosotros, y Él te dará toda la gracia que necesitas para perseverar en tu vocación.

Por favor tengan la certeza de mis oraciones por ustedes frente a Nuestro Señor, presente en el Santísimo Sacramento del Altar.

+ Obispo Schlert



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