Noticias de la Diócesis de Allentown

Reflexión sobre el Evangelio: Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo

Segunda lectura

Heb 9, 11-15

Hermanos: Cuando Cristo se presentó como sumo sacerdote que nos obtiene los bienes definitivos, penetró una sola vez y para siempre en el “lugar santísimo”, a través de una tienda, que no estaba hecha por mano de hombres, ni pertenecía a esta creación. No llevó consigo sangre de animales, sino su propia sangre, con la cual nos obtuvo una redención eterna.

Porque si la sangre de los machos cabríos y de los becerros y las cenizas de una ternera, cuando se esparcían sobre los impuros, eran capaces de conferir a los israelitas una pureza legal, meramente exterior, ¡cuánto más la sangre de Cristo purificará nuestra conciencia de todo pecado, a fin de que demos culto al Dios vivo, ya que a impulsos del Espíritu Santo, se ofreció a sí mismo como sacrificio inmaculado a Dios, y así podrá purificar nuestra conciencia de las obras que conducen a la muerte, para servir al Dios vivo!

Por eso, Cristo es el mediador de una alianza nueva. Con su muerte hizo que fueran perdonados los delitos cometidos durante la antigua alianza, para que los llamados por Dios pudieran recibir la herencia eterna que él les había prometido.

Evangelio

Mc 14, 12-16. 22-26

El primer día de la fiesta de los panes Azimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le preguntaron a Jesús sus discípulos: “¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?” Él les dijo a dos de ellos: “Vayan a la ciudad. Encontrarán a un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo y díganle al dueño de la casa en donde entre: ‘El Maestro manda preguntar: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?’ Él les enseñará una sala en el segundo piso, arreglada con divanes. Prepárennos allí la cena”. Los discípulos se fueron, llegaron a la ciudad, encontraron lo que Jesús les había dicho y prepararon la cena de Pascua.

Mientras cenaban, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciendo: “Tomen: esto es mi cuerpo”. Y tomando en sus manos una copa de vino, pronunció la acción de gracias, se la dio, todos bebieron y les dijo: “Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, que se derrama por todos. Yo les aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios”.

Después de cantar el himno, salieron hacia el monte de los Olivos.

Reflexión

La Carta a los Hebreos describe a Cristo como el “sumo sacerdote” que ofreció su propia Sangre por nuestra redención, derramada para “purificar nuestra conciencia de las obras que conducen a la muerte, para servir al Dios vivo.” La Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, también conocida como Corpus Christi, nos recuerda que Cristo mismo nos dejó el Memorial de este mismo Sacrificio en la Santa Misa, celebrada día tras día por los sacerdotes de todo el mundo. Podemos adorar la Presencia Real de Nuestro Señor en la Sagrada Eucaristía, compartir la verdadera comunión con la Persona de Jesucristo y experimentar la redención que Él ganó para nosotros. ¡Qué verdaderos regalos son la Sagrada Eucaristía y el Sacerdocio!

Este fin de semana, nuestra Diócesis recibe cinco sacerdotes recién ordenados para llevar a cabo esta sagrada obra. El Padre Brelinsky, el Padre Eidle, el Padre Nguyen, el Padre Ramírez y el Padre Scheidel, en virtud de su Ordenación, compartirán el Sacerdocio de Jesucristo, celebrando los Sacramentos de la Iglesia, predicando la Palabra de Dios y sirviendo a las familias parroquiales a través de nuestra Diócesis. Es apropiado que estos nuevos sacerdotes ofrezcan el Santo Sacrificio de la Misa en acción de gracias por el don del Sacerdocio en esta Solemnidad. El Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Jesucristo, verdaderamente presentes en la Santísima Eucaristía, serán la fuente de todo lo que hagan en el ministerio para nuestra familia de fe.

La Sagrada Eucaristía no es sólo la fuente de todo el ministerio sacerdotal, sino también el centro de la vida de la Iglesia. Sin el sacerdote, la Iglesia no tiene la Sagrada Eucaristía. Sin el sacerdote, nuestros tabernáculos serían cajas vacías y nuestros altares estarían perpetuamente vacíos. Pero con el sacerdote, siempre tendremos la Presencia Real de Cristo. Con el sacerdote, los Sacramentos de la Iglesia seguirán nutriendo, sosteniendo y fortaleciendo nuestras almas.

Esta hermosa Solemnidad es un momento para que reconozcamos y celebremos el regalo de la Sagrada Eucaristía en nuestras vidas. Les pido que oren en acción de gracias por nuestros sacerdotes en la Diócesis de Allentown y por nuestros seminaristas que están discerniendo una Vocación al Sacerdocio. También les pido que oren fervientemente ante el Santísimo Sacramento para que más hombres sigan sus pasos. Nuestra familia de fe en Allentown necesita padres espirituales que ofrezcan el Santo Sacrificio de la Misa, prediquen la verdad en un mundo a veces caótico y estén dispuestos a dar sus vidas por el rebaño de Cristo. Necesitamos hombres que deseen vivir una vida virtuosa y santa, centrada en la Sagrada Eucaristía, y que guíen a otros a hacer lo mismo.

A los hombres jóvenes leyendo estas palabras: ¿considerarían es-te noble llamado en la vida? Imagínense celebrar diariamente el Sacrificio salvador de Cristo en la Santa Misa. Imagínense ser este tipo de padre espiritual.

Por favor tengan la certeza de mis oraciones por ustedes frente a Nuestro Señor, presente en el Santísimo Sacramento del Altar.

+ Obispo Schlert



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