Segunda Lectura
Flp 1, 4-6. 8-11
Hermanos: Cada vez que me acuerdo de ustedes, le doy gracias a mi Dios y siempre que pido por ustedes, lo hago con gran alegría, porque han colaborado conmigo en la propagación del Evangelio, desde el primer día hasta ahora. Estoy convencido de que aquel que comenzó en ustedes esta obra, la irá perfeccionando siempre hasta el día de la venida de Cristo Jesús.
Dios es testigo de cuánto los amo a todos ustedes con el amor entrañable con que los ama Cristo Jesús. Y ésta es mi oración por ustedes: Que su amor siga creciendo más y más y se traduzca en un mayor conocimiento y sensibilidad espiritual. Así podrán escoger siempre lo mejor y llegarán limpios e irreprochables al día de la venida de Cristo, llenos de los frutos de la justicia, que nos viene de Cristo Jesús, para gloria y alabanza de Dios.
Evangelio
Lc 3, 1-6
En el año décimo quinto del reinado del César Tiberio, siendo Poncio Pilato procurador de Judea; Herodes, tetrarca de Galilea; su hermano Filipo, tetrarca de las regiones de Iturea y Traconítide; y Lisanias, tetrarca de Abilene; bajo el pontificado de los sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino la palabra de Dios en el desierto sobre Juan, hijo de Zacarías.
Entonces comenzó a recorrer toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de penitencia para el perdón de los pecados, como está escrito en el libro de las predicciones del profeta Isaías:
Ha resonado una voz en el desierto:
Preparen el camino del Señor,
hagan rectos sus senderos.
Todo valle será rellenado,
toda montaña y colina, rebajada;
lo tortuoso se hará derecho,
los caminos ásperos serán allanados
y todos los hombres verán la salvación de Dios.
Reflexión
El Evangelio de hoy nos cuenta cómo el ministerio de San Juan Bautista cumplió la profecía de Isaías: "una voz en el desierto: preparen el camino del Señor". La proclamación de Juan sobre un bautismo de arrepentimiento es un llamado oportuno para todos nosotros en este Segundo Domingo de Adviento. En estas semanas previas a la Navidad, preparamos el camino del Señor, tanto para la celebración de Su nacimiento como para el día en que Él vendrá de nuevo. Como indica San Juan, el mejor medio para esta preparación es el arrepentimiento.
En la segunda lectura de hoy, San Pablo ora por sus lectores para que "su amor siga creciendo más y más y se traduzca en un mayor conocimiento y sensibilidad espiritual. Así podrán escoger siempre lo mejor y llegarán limpios e irreprochables al día de la venida de Cristo..." Podemos leer este versículo como una guía de cómo arrepentirnos y prepararnos para la venida de Cristo. Debemos permitir que Dios aumente nuestro amor y que ese amor purifique nuestro conocimiento y nuestras percepciones. De este modo, podremos recordar lo que realmente importa y evitar la tentación del pecado.
Con frecuencia caemos en el pecado porque olvidamos—o nos negamos a ver—el panorama completo. La gratificación instantánea y el deseo de placer pueden llevarnos a hacer lo que sabemos que está mal, solo por satisfacer ese anhelo inmediato. Este Adviento, una temporada de espera llena de esperanza, luchemos contra las tentaciones de la gratificación instantánea. Oremos por la gracia de decir no al pecado, incluso y especialmente cuando promete placer en el momento. Escuchemos el llamado de Juan Bautista y arrepiéntamonos de todas las veces que elegimos bienes efímeros por encima de Dios, orando con Pablo para que nuestro amor aumente.
En Nuestro Señor, el amor y la verdad están unidos. Así, el amor que nos otorga Dios nos ayuda a ver la realidad tal como es. Con Su amor, podemos conocer y priorizar lo que realmente tiene valor. De esta manera, podremos recibir a Cristo estando “puros e irreprochables”, con ojos que vean el verdadero valor de Su presencia y cómo Él es mucho mejor que cualquier placer pasajero.
Por favor tengan la certeza de mis oraciones por ustedes frente a Nuestro Señor, presente en el Santísimo Sacramento del Altar.
+ Obispo Schlert