Primera Lectura
Isaίas 42, 1-4. 6-7
Esto dice el Señor:
“Miren a mi siervo, a quien sostengo,
a mi elegido, en quien tengo mis complacencias.
En él he puesto mi espíritu
para que haga brillar la justicia sobre las naciones.
No gritará, no clamará, no hará oír su voz por las calles;
no romperá la caña resquebrajada,
ni apagará la mecha que aún humea.
Promoverá con firmeza la justicia,
no titubeará ni se doblegará
hasta haber establecido el derecho sobre la tierra
y hasta que las islas escuchen su enseñanza.
Yo, el Señor,
fiel a mi designio de salvación,
te llamé, te tomé de la mano, te he formado
y te he constituido alianza de un pueblo,
luz de las naciones,
para que abras los ojos de los ciegos,
saques a los cautivos de la prisión
y de la mazmorra a los que habitan en tinieblas”.
Evangelio
Lucas 3, 15-16. 21-22
En aquel tiempo, como el pueblo estaba en expectación y todos pensaban que quizá Juan el Bautista era el Mesías, Juan los sacó de dudas, diciéndoles: “Es cierto que yo bautizo con agua, pero ya viene otro más poderoso que yo, a quien no merezco desatarle las correas de sus sandalias. Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego”.
Sucedió que entre la gente que se bautizaba, también Jesús fue bautizado. Mientras éste oraba, se abrió el cielo y el Espíritu Santo bajó sobre él en forma sensible, como de una paloma, y del cielo llegó una voz que decía: “Tú eres mi Hijo, el predilecto; en ti me complazco”.
Reflexión
La fiesta de hoy, el Bautismo de Nuestro Señor, puede resultar desconcertante. ¿Por qué Jesús, que estaba libre de pecado, se sometió al bautismo? Además, el evento parece tanto insignificante como trascendental. Lucas ni siquiera lo describe en tiempo real, diciendo únicamente: "también Jesús fue bautizado." Sin embargo, lo que parece ser un pequeño y innecesario rito provoca que los cielos se abran y que Dios el Padre hable en voz alta: "Tú eres mi Hijo, el predilecto; en ti me complazco".
Para entender la importancia de este momento, debemos recordar que Jesús no se sometió al Bautismo porque necesitara arrepentirse o ser purificado del pecado. Más bien, lo recibió como un acto de total humildad y obediencia. En lugar de situarse en una posición de gloria sin pecado por encima de los hombres, se alineó con las multitudes de pecadores que Juan bautizaba. De esta manera, Jesús asumió voluntariamente la humillación de la humanidad pecadora. No es de extrañar que el momento parezca tan pequeño.
Al mismo tiempo, el Bautismo de Cristo inaugura y anticipa Su acto final de humilde sacrificio: Su Crucifixión y Resurrección. En el Bautismo, una persona se sumerge en el agua, ahogando su vida de pecado, y emerge, renacida. Podemos ver cómo el "Bautismo de Sangre" de Cristo en la Cruz es el evento que todos los bautismos imitan: Jesús verdaderamente murió y resucitó para traer una nueva vida. Cuando Jesús acepta el Bautismo de arrepentimiento de Juan, Él acepta Su misión de salvar a la humanidad a través del bautismo supremo de la muerte y la resurrección. Así, el Padre anuncia Su complacencia en el Hijo que lo obedecería hasta la muerte.
El Bautismo de Jesús transformó todos los bautismos en un Sacramento eficaz que introduce a los cristianos en Su sacrificio salvador. El Catecismo 537 dice que el cristiano "debe entrar en este misterio de rebajamiento humilde y de arrepentimiento, descender al agua con Jesús, para subir con Él," para que también podamos convertirnos en "hijos predilectos".
Esta fiesta nos invita a vivir según nuestra identidad bautismal y a ofrecernos al Padre en humilde obediencia. Los animo a ofrecer oraciones de agradecimiento por el sacrificio de Cristo y, como Jesús, a aceptar la misión que se nos ha confiado para convertir nuestra vida en un sacrificio de amor.
Por favor tengan la certeza de mis oraciones por ustedes frente a Nuestro Señor, presente en el Santísimo Sacramento del Altar.
+ Obispo Schlert