Noticias de la Diócesis de Allentown

Reflexión sobre el Evangelio: IV Domingo de Cuaresma

Segunda Lectura
Ef 2, 4-10

Hermanos: La misericordia y el amor de Dios son muy grandes; porque nosotros estábamos muertos por nuestros pecados, y él nos dio la vida con Cristo y en Cristo. Por pura generosidad suya, hemos sido salvados. Con Cristo y en Cristo nos ha resucitado y con él nos ha reservado un sitio en el cielo. Así, en todos los tiempos, Dios muestra, por medio de Jesús, la incomparable riqueza de su gracia y de su bondad para con nosotros.

En efecto, ustedes han sido salvados por la gracia, mediante la fe; y esto no se debe a ustedes mismos, sino que es un don de Dios. Tampoco se debe a las obras, para que nadie pueda presumir, porque somos hechura de Dios, creados por medio de Cristo Jesús, para hacer el bien que Dios ha dispuesto que hagamos.

Evangelio
Jn 3, 14-21

En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: “Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna.

Porque tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por él. El que cree en él no será condenado; pero el que no cree ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios.

La causa de la condenación es ésta: habiendo venido la luz al mundo, los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo aquel que hace el mal, aborrece la luz y no se acerca a ella, para que sus obras no se descubran. En cambio, el que obra el bien conforme a la verdad, se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios’’.

Reflexión

En las lecturas de hoy, leemos sobre el amor y la misericordia de Dios.

En la Segunda Lectura, Pablo les recuerda a los efesios que la salvación ha sido un regalo de Dios, que no han recibido por sus buenas obras, sino simplemente por Su amor y ternura. También les recuerda que son obra de Dios, creados para vivir vidas santas con la ayuda de Su gracia.

En el Evangelio, leemos sobre una conversación entre Jesús y Nicodemo, un fariseo que vino a conversar con Jesús por la noche. Nicodemo reconoció algo diferente en Jesús y estaba genuinamente interesado en entender quién era Jesús. Se encontró con Él por la noche para evitar distracciones y para no ser visto.

Jesús profetiza a Nicodemo que así como Moisés montó una serpiente de bronce en un poste para que el pueblo de Israel fuera sanado al mirarla si eran mordidos por serpientes, Él mismo también sería levantado - exaltado a la gloria en su cruz y resurrección - para que aquellos que lo vean y crean en Él reciban el regalo de la vida eterna.

Jesús enfatiza "creer" en su conversación con Nicodemo porque reconoció una curiosidad en Nicodemo, pero también un miedo a creer. Nicodemo sabía que al declarar y apoyar a Jesús públicamente como el Mesías comprometería su reputación como fariseo y quizás su seguridad. Jesús lo invita a creer y afirma que quien crea en Él como el Hijo de Dios no será condenado, pero quien no crea ya ha sido condenado.

La invitación está ante nosotros hoy para levantar nuestros ojos a Jesús en la Cruz y renovar nuestra fe en Él como nuestro Salvador. Reconozcamos nuestra necesidad de su salvación y sanación, y acerquémonos a Él en acción de gracias porque la sanación y la vida eterna ya han sido ganadas para nosotros. Busquemos la gracia de Dios para ayudarnos a vivir vidas santas, honrando el sacrificio de aquel que nos amó hasta la muerte en la cruz.

Por favor tengan la certeza de mis oraciones frente a Nuestro Señor, presente en el Santísimo Sacramento del Altar.

+ Obispo Schlert



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