Primera Lectura
Levántate y resplandece, Jerusalén,
porque ha llegado tu luz
y la gloria del Señor alborea sobre ti.
Mira: las tinieblas cubren la tierra
y espesa niebla envuelve a los pueblos;
pero sobre ti resplandece el Señor
y en ti se manifiesta su gloria.
Caminarán los pueblos a tu luz
y los reyes, al resplandor de tu aurora.
Levanta los ojos y mira alrededor:
todos se reúnen y vienen a ti;
tus hijos llegan de lejos, a tus hijas las traen en brazos.
Entonces verás esto radiante de alegría;
tu corazón se alegrará, y se ensanchará,
cuando se vuelquen sobre ti los tesoros del mar
y te traigan las riquezas de los pueblos.
Te inundará una multitud de camellos y dromedarios,
procedentes de Madián y de Efá.
Vendrán todos los de Sabá
trayendo incienso y oro
y proclamando las alabanzas del Señor.
Evangelio
Jesús nació en Belén de Judá, en tiempos del rey Herodes. Unos magos de oriente llegaron entonces a Jerusalén y preguntaron: “¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo”.
Al enterarse de esto, el rey Herodes se sobresaltó y toda Jerusalén con él. Convocó entonces a los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: “En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres en manera alguna la menor entre las ciudades ilustres de Judá, pues de ti saldrá un jefe, que será el pastor de mi pueblo, Israel”.
Entonces Herodes llamó en secreto a los magos, para que le precisaran el tiempo en que se les había aparecido la estrella y los mandó a Belén, diciéndoles: “Vayan a averiguar cuidadosamente qué hay de ese niño y, cuando lo encuentren, avísenme para que yo también vaya a adorarlo”.
Después de oír al rey, los magos se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto surgir, comenzó a guiarlos, hasta que se detuvo encima de donde estaba el niño. Al ver de nuevo la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa y vieron al niño con María, su madre, y postrándose, lo adoraron. Después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Advertidos durante el sueño de que no volvieran a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.
Reflexión
Hoy, conmemoramos la Epifanía del Señor, en la cual Jesús es revelado como el Mesías de Israel y Salvador del mundo. Es una revelación de Jesús como el Mesías especialmente para los gentiles, simbolizando la inclusión de todas las naciones, lenguas y pueblos en el plan de salvación de Dios.
Los invito a analizar las decisiones que tomaron los hombres sabios de Oriente – los Magos – en su camino a encontrar a Jesús. Siendo ellos mismos “extranjeros”, no originarios de Jerusalén, se necesitó fe de su parte para embarcarse en un largo y arduo viaje para encontrar a un Rey recién nacido, que no era de sus propios países, sino de los judíos. Llegaron preparados con regalos, lo cual nos indica que tenían la convicción de que lo encontrarían.
La sabiduría los llevó a buscar el consejo y el permiso de quien tenía autoridad sobre esas tierras, el Rey Herodes, y de preguntarle a él acerca de la ubicación exacta del lugar de nacimiento de este Rey recién nacido. Una vez que recibieron la instrucción, continuaron su camino, teniendo solo como guía a una estrella. Ellos poseían la sabiduría de los ancianos y la fe como la de un niño de que una estrella los guiaría hasta su destino.
Los Magos eran obedientes y humildes. Se detuvieron justo en el lugar hacia el que la estrella los guio. Al entrar en la casa, se postraron inmediatamente – colocándose en el suelo en reverencia y sumisión – ante un bebé. Su fe les dijo que Aquel no era solo un bebé, era un Rey. Ellos no cuestionaron su pequeñez, el humilde hogar donde lo encontraron, ni su humana apariencia – ellos simplemente se postraron en adoración.
Por último, ellos sabiamente escucharon y obedecieron el sueño que les advirtió que no regresaran con Herodes, a pesar de que ese había sido el encargo de Herodes. Al hacerlo, los Magos demostraron su discernimiento. De esa misma manera, mi oración es que busquemos la sabiduría y la obediencia de los Magos en nuestra vida cotidiana y que hoy nos acerquemos a nuestro Señor con una actitud de adoración, humildad y fe.
Por favor cuenten con la certeza de mis oraciones ante Nuestro Señor, presente en el Santísimo Sacramento.
+Obispo Schlert
Imagen: La Adoración de los Reyes Magos (Matthias Stom), Dominio Público.