Primera lectura
En aquellos días, el Señor volvió a hablar a Jonás y le dijo: “Levántate y vete a Nínive, la gran capital, para anunciar ahí el mensaje que te voy a indicar”.
Se levantó Jonás y se fue a Nínive, como le había mandado el Señor. Nínive era una ciudad enorme: hacían falta tres días para recorrerla. Jonás caminó por la ciudad durante un día, pregonando: “Dentro de cuarenta días Nínive será destruida”.
Los ninivitas creyeron en Dios, ordenaron un ayuno y se vistieron de sayal, grandes y pequeños. Cuando Dios vio sus obras y cómo se convertían de su mala vida, cambió de parecer y no les mandó el castigo que había determinado imponerles.
Evangelio
Mc 1, 14-20
Después de que arrestaron a Juan el Bautista, Jesús se fue a Galilea para predicar el Evangelio de Dios y decía: “Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está cerca. Arrepiéntanse y crean en el Evangelio”.
Caminaba Jesús por la orilla del lago de Galilea, cuando vio a Simón y a su hermano, Andrés, echando las redes en el lago, pues eran pescadores. Jesús les dijo: “Síganme y haré de ustedes pescadores de hombres”. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Un poco más adelante, vio a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que estaban en una barca, remendando sus redes. Los llamó, y ellos, dejando en la barca a su padre con los trabajadores, se fueron con Jesús.
Reflexión
En las lecturas de hoy, somos testigos de la proclamación del mensaje de Dios en dos distintas ocasiones y vemos las acciones tomadas por aquellos que escucharon y creyeron, ambos en el mensajero y en el mensaje.
En la Primera Lectura, Dios manda a Jonás para advertir a la gran ciudad de Nínive sobre su inminente destrucción. Jonás obedientemente sigue la orden de Dios, caminando por todo Nínive y compartiendo el mensaje con todos los que se encuentra. Su esperanza es que lo escuchen y cambien sus caminos.
Afortunadamente, el pueblo de Nínive cree en Dios y se arrepiente.
Es interesante ver que el Evangelio de hoy comienza con “después de que Juan había sido arrestado, Jesús vino de Galilea proclamando el evangelio de Dios”. A pesar del arresto de Juan, Jesús continuó con la misión que le había sido confiada a Él. Aunque el Evangelio no describe explícitamente como se sentía Jesús, nos podemos imaginar que el sufrimiento que experimentó, sabiendo que su primo estaba en peligro, revitalizó y fortaleció su llamado. Y así, Él siguió adelante, llamando a los hombres que Juan había preparado para seguirlo y unirse a Él en Su misión.
En el Evangelio, vemos a Jesús caminando por Galilea, muy parecido a Jonás caminando por Nínive, proclamando la Buena Nueva. Este encuentro directo cara a cara con las personas, transmite de manera más efectiva el mensaje de misericordia y del amor de Dios, invitando a los que escuchan a convertirse – un arrepentimiento sincero. Simón, Andrés, Santiago y Juan ven a Jesús cara a cara y escuchan Su voz antes de alejarse de la seguridad de su modo de vida para seguirlo a Él.
Proclamar el Evangelio siempre conlleva un gran costo – el costo de dejar a los padres, amigos, sueños y más por la salvación de las almas y para hacerlo a Él conocido, adorado y amado. Hoy, los invito a unirse conmigo en oración por mis hermanos sacerdotes y por todos los misioneros alrededor del mundo quienes han atendido al llamado de Dios, persistiendo en su misión a pesar de las dificultades, y ofreciendo continuamente sus vidas para proclamar valientemente el Evangelio, a veces incluso a costa de sus propias vidas. Por favor oren para que más jóvenes tengan una conversación cara a cara con Jesús acerca de Su llamado al sacerdocio y a la vida religiosa.
Por favor tengan la certeza de mis oraciones frente a Nuestro Señor, presente en el Santísimo Sacramento del Altar.
+ Obispo Schlert